Lo encontré en el camino...










Lo encontré en el camino… Pero no salió de mí.

Amelia:

Sentada en una mesa cualquiera del camino, pasó él, un chico guapo y apuesto, alto, de ojos claros, perfume intenso y de elegante vestuario. 

Su voz, su voz es como sentir el viento chocar con tu ventana, su voz me emociona y me ínsita a pensar en lo que no quiero por el momento, se dirige hacia mí, ¡No lo puedo creer!, camina hacia mi mesa mirándome fijamente, ¿Será mi peinado?, ¿Será mi vestido?, lo que sea que lo haya traído a mí Pero vaya desilusión la que me llevé, no se dirigía hacia mí, sino hacia la mesa de atrás, la cual yo no le veía por estar de espaldas hacia ella. 

Ahí está sentado, con esa chica, la pelirroja, pelirroja que ahora le tiene, no me contengo, tengo que verles, no lo puedo creer, ella tiene sus manos, sus manos que son enérgicas, capaces de encender cualquier llama que esté apagada, capaces de convertir la más mínima caricia en un corretear de mariposas en mi estómago, cuánto quisiera que sus manos me tocaran, que tan solo ellas recorrieran cada curva de mi cuerpo, que ellas despertaran a esas mariposas que llevan años durmiendo, pero no le tengo.

No sé por qué le siento así, si de igual forma solo en mis pensamientos le tengo, a él que solo en mis sueños se sienta a mi lado y comparte conmigo, Matthew, nombre que de tan solo escucharlo mi corazón se estremece, como imaginar que le tengo que ver cada día y no poder acercármele, mis amigas tenían razón, debí confesar aquello en su momento, pero ya es tarde, la pelirroja se apoderó de mi oportunidad, oportunidad que tal vez estuvo siempre ahí pero que por mi cobardía nunca le vi, oportunidad que hoy otra aprovecha al máximo. Yo puedo hacerle feliz, y deseo que fuese así, pero se me olvida que en muchas ocasiones deseamos cosas imposibles, o simplemente, cosas que no están a disposición nuestra sino que fueron destinadas para otro ser, sin importar si a mí me parezca o no el merecer de este, simplemente es así.

Me levanto de la mesa aquella, en donde me encontraba sola, rodeada de un hermoso paisaje, el cual era digno de poder en su momento disfrutar de su mirada, mirada que ahora perdí, mirada con aquellos ojos color marrón, mirada que era penetrante, intensa y motivadora, mirada que me devolvía la ilusión de seguir adelante, pero aterrizo en mi realidad, realidad que permanece y que no puedo cambiar por el simple hecho de que no me lleno del valor necesario para hacerlo.

Y así como me alejé de aquel lugar tranquilo y aislado, así se alejaba aquella idea de que él volteara a verme, idea ilusa, idea estúpida, idea que por más hermosa que se viera siempre iba a ser solo una idea sin destino a salir de mi pensar para colocarse en mi existir. Pero, da la casualidad de que cuando más desilusionado estas, llega por destino una señal, la cual te hace pensar de que dicha idea no es tan estúpida como parece, él me llamó, mencionó mi nombre mientras yo me retiraba, mis manos se pusieron frías, mis rodillas temblaban, la voz no me salía, estaba al punto del colapso, pero recordé que tenía que dejar esa sensación de que el mundo se acababa y aprovechar dicho momento  

Matthew:

Caminaba, me sentía algo extraño ese día, estaba caminando para ubicarme en alguna mesa, en ese mismo instante no quería pensar en nada me sentía que el cielo me caía arriba; hasta que de repente, mis ojos se ubicaron casi sin querer en aquella chica, aquella pequeña de ojos café. Estaba sentada en aquella mesa, y sentía como mi alma quería tocarla, una parte de mi quería acercarse y hablarle, conversar con ella, acariciar su pelo, estar ahí con ella, escuchar su voz la cual me hacía sentir en el aire, ella no lo sabía, pero la admiraba en silencio, Amelia, me encantaba escuchar su nombre, pero, no podía hacer más nada que observarla, admirarla. No me conocía, o al menos eso pasaba por mi cabeza.

Decidí sentarme en la mesa de al lado junto a mi hermana, roja, así le decía de cariño por el rojo de su cabello, era blanca y hermosa, parecida a mi madre. Conversaba con ella pero no podía evitar pensar y observar a aquella chica que sacaba mi cerebro de órbita, veía mientras se levantaba, así como la veía siempre y me sentía increíble.

Mi hermana lo notó, me aconsejó que le hablara, y pues eso hice, pronuncié su nombre, a lo que ella volteó me miró con esa bella mirada que solo ella sabe dar, su cara de ángel me volvía loco y pues las palabras surgieron, y decidí apreciarla por completo en aquel momento, Amelia, Dios, era hermosa, hablaba y hacía que mi cerebro explotara, y al conversar con ella no me podía contener y pensé en que debía contarle aquel secreto que mi alma guardaba

Unknown

Soy parte de la Comunidad del Cruce Website, Me encanta escribir y compartir las mejores historias con ustedes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario